martes, 23 de marzo de 2010

¿COMO UN ROBLE?

Si antes me marco el farol, antes me levanto con un catarro de aúpa.

Aunque la congestión me ha impidiendo durante todo el día tener la cabeza lúcida y físicamente no estaba en muy buenas condiciones, he hecho acopio de fuerza y me he plantado a la vuelta de la universidad en el gimnasio. He podido trabajar durante 60 minutos. Ya veremos mañana si esto no pasa factura.


Cada vez que voy al gimnasio se me plantean algunas dudas. Con todo el respeto que me merecen las personas que practican este deporte de levantar pesas, no se me moleste nadie por favor, la primera cuestión que me planteo es si resulta imprescindible llenar la sala de espejos. No llevo muy bien eso de estar haciendo ejercicio mientras me reflejo en un espejo, me produce una absurda sensación narcisista. Me responde el monitor a mi pregunta sobre el motivo de los espejos diciendo que se utilizan con el fin de realizar los distintos ejercicios con corrección y evitar malas posturas. Vale, pero yo he jugado muchos años al baloncesto y nunca se me ha ocurrido, ni lo he visto en nadie, poner un espejo para ver como dribla o como lanza a canasta con el fin de realizar un correcto ejercicio. Bueno, hasta que nadie me de otra explicación tendré que dar esta como justificativa.

La segunda cuestión, y esta me ha dado vergüenza preguntársela al propio implicado, es el motivo de utilizar la típica chancla playera de dedo con un fin de zapatilla deportiva. Ha habido un momento en el que creía que el personaje en cuestión, ante el esfuerzo por levantar una cantidad de hierro importante, veía que, o reventaba la tira del dedo y desparramaba el pie, o la misma tira le abría el pie en dos. Afortunadamente todo ha quedado en nada ante un magnífico control del pie, chancla y pesa por parte del individuo.



La tercera y última duda que me inquieta es saber si yo tengo los mismos bultitos que toda esa gente con la que comparto gimnasio. Esta creo que se la debo preguntar a mi madre.