Pero más allá de todo deseo llevo dos fines de semana poniendo pie en el suelo cuando el reloj marca las 7 de la mañana, me calzo mis zapatillas de deporte y aún en ayunas a entrenar.
He de reconocer que al principio la pereza no es poca y el cuerpo empuja con fuerza para entremezclarse un poco más entre sábanas y edredón, pero cuando logro poner ambos pies en el suelo toda pereza se ha acabado.
Hoy, sin ir más lejos, ha sido un día magnífico. A la hora marcada y con las primeras luces de la mañana he tomado el camino de la playa. Cuando he llegado a ella, desde mi casa tengo unos tres kilómetros, las primeras luces del día asomaban por el horizonte. La ausencia de viento hacía que el Mar Menor tuviera la apariencia de un enorme espejo. Los barcos descansaban tranquilos, no había ningún tipo de tensión en sus amarres. La verdad, pocas veces he disfrutado tanto corriendo junto a un amanecer como el que he podido contemplar. Al final he completado una distancia de 12 kilómetros en 53 minutos.El resumen del día es que no he resuelto la cuestión de si playa o montaña, pero lo que me ha quedado muy claro es que lo verdaderamente importante es disfrutar de todo lo que nos rodea, que nos dejemos de perezas y que aprovechemos los parajes que nos ofrece nuestra tierra.
Por lo tanto buen día de entrenamiento que me sirve para la preparación de la prueba de la Ruta de las Fortalezas, evento del que me han confirmado mi inscripción esta semana.
Ya tenía ganas de tener un reto a la vista.
Aclarar que la foto del amanecer no la he realizado yo, pero es lo más parecido a lo visto esta mañana. La foto de la montaña la he hecho en Sierra Espuña, camino de Fuente Bermeja.