Efectivamente, me gusta, si, me gusta la primavera y todo lo que ella ofrece. Evidentemente esta entrada no es muy deportiva, ni filosófica ni nada que se le parezca, pero me apetecía escribir sobre ello.
Esta tarde, sin ir mas lejos, he podido trabajar tranquilamente un rato sabiendo que saldría con tarde suficiente para poder disfrutar de ella. No me equivocaba, ha habido tiempo para una larga caminata junto a Carmen por la playa. Es curioso como cambia nuestro carácter dependiendo si estamos en invierno o si nos encontramos en primavera. La playa estaba muy transitada y ya daban las 8; unos corrían, otros paseaban en bici y otros caminábamos. Afirmaría que somos los mismos que nos cruzamos en invierno, pero la diferencia es que ahora la ausencia de chaquetones, bufandas, gorros,... hace que nos veamos la cara e incluso nos saludemos o conversemos. Todo esto se mezcla con una luz agradable, una suave temperatura y una variedad de olores de las plantas que adornan los atrios de las viviendas. Esto sucede bajo la atenta mirada de las golondrinas que, ahora con el buen tiempo han tenido a bien volver a visitarnos.
Ya de regreso a casa, caída la noche y con un fresquito muy agradable me resisto a entrar en casa entreteniéndome un rato regando mis plantas; primero las margaritas, luego las oliveras, las flores del paraíso,... y así hasta que llego al último, siempre igual, como una rutina. Dejo para el final el naranjo, un naranjo en flor, una flor de azahar que ahora inunda todo el jardín con su agradable olor.
Siento la cursilada pero no he podido evitarlo, me gusta la primavera y me gustan sus tardes. Disfrutemos de los detalles, son gratis.
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